julio - septiembre 2004 especial cine 20  





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review
6 Festival Internacional de Cine Independiente, Buenos Aires
por Juliana Fortini

Un festival, un caos y varios números

El Buenos Aires VI Festival de Cine Independiente fue un caos y según la teoría del caos la vida entera está regida por números. En tal caso, lo que pasó en el BAFICI podría describirse de la siguiente manera: del 14 al 25 de abril. 12 días consecutivos. 10 salas de cine. 323 películas de todo el mundo. 130 mil espectadores. 41 millones de fotogramas. 16 películas en competencia. 48 cafés y 24 comidas rápidas mientras se hacía la fila para entrar a ver una nueva película. 250 centímetros cúbicos de colirio para ojos. Pero sobre todo se llegó al día 1 del festival con un 100 por ciento de expectativas y se obtuvo el día 12 solo un 50 por ciento de satisfacción.
Al tardío otoño porteño se le puede echar la culpa de las lluvias y de los fríos repentinos, pero nada tuvo que ver ésta estación del año con los malestares provocados por la mala organización del BAFICI, que tuvo su sede principal en los cines del Abasto. Largas colas para conseguir las entradas, preguntas sin respuestas, películas que llegaban tarde y otras que ni siquiera llegaban, traductores in entendibles, impuntualidades preocupantes fueron algunos de las causas de peleas, broncas y fastidios del Festival.
Pero las historias, las imágenes, los sonidos, los silencios en fin las mismas películas fueron quienes se encargaron de hacerle frente a estos inconvenientes ofreciéndonos lo mejor y más nuevo del cine independiente mundial.
En términos concretos, la programación de este año presentó una competencia oficial integrada, como de costumbre, por 16 primeras o segundas películas, de los orígenes más diversos. Las dos representantes argentinas fueron Parapalos, de Ana Poliak, y Whisky Romeo Zulu, un film sobre la tragedia del avión de LAPA sucedida años atrás en Aeroparque, que es la ópera prima de Enrique Piñeyro (actor y productor de Garage Olimpo). El resto de la plantilla de la competencia oficial presentó una llamativa predominancia de films europeos (ocho en total, de los cuales dos son franceses), además de una estadounidense y cuatro asiáticas. La película peruana Días de Santiago será la tercera representante latinoamericana.
Hubo, además de la oficial, tres competencias paralelas. La más importante de ellas fue “Lo nuevo de lo nuevo”, la ya tradicional vitrina para el cine argentino. También hubo una competencia de cortos locales y una de derechos humanos, organizadas en colaboración con la ONG Human Rights Watch. De los focos y retrospectivas dedicados a distintos cineastas se destacaron la del argentino (radicado en Francia) Eduardo de Gregorio, la del padre del cine independiente estadounidense, Jonas Mekas, la de Glauber Rocha, la del chileno Raúl Ruiz, la del nipón Kiyoshi Kurosawa y una curiosa revisión del cine de John Ford.
En los últimos días del festival y con lágrimas en los ojos por la despedida del cine independiente por este año (o por visionar tantas películas en tan pocos días) se entregaron los premios oficiales, quedándose Parapalos con el premio a mejor película, Aristón Tan elegido como mejor director por Fifteen, y el premio especial del jurado fue otorgado a la película española Las horas del día, uno de los títulos más comentados y discutidos de la competencia.
Dejando de lado los inconvenientes organizativos, y sin poder describirlo matemáticamente como lo hubiese preferido la razón del caos, los cinéfilos tuvieron y aprovecharon, una vez más, la oportunidad para emocionarse, divertirse, enojarse, compadecerse, y soñar con las historias que se proyectaron en las pantallas de Buenos Aires.
 








 


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